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| Foto: Luciana Bresler |
En cada niño se debería poner un cartel que dijera:
"tratar con cuidado, contiene sueños"
Mirko Badiale
Cuando mi amigo Seba fue papá, me dijo: tener un hijo es convivir con alguien que esta constantemente descubriendo al mundo. Eso nos traen: la capacidad de sorprenderse, la curiosidad, el deseo de aprender y lograr las cosas hasta ser independientes.
Cuando somos niños nos animamos a soñar en grande. Estamos tan conectados con nuestro espíritu, que es ilimitado, que podemos visualizarnos haciendo cualquier cosa que deseemos. Al crecer, vamos incorporando mandatos, creencias, pensamientos limitantes, y comenzamos a ponernos noes internos.
Los niños nos recuerdan y nos piden estar en estado de presencia, nos delatan cuando no estamos siendo verdaderos y coherentes, nos invitan a jugar y disfrutar, nos enseñan con sus preguntas, sus descubrimientos, su necesidad constante de dar y recibir amor y atención. Ellos expresan lo que nosotros escondemos. Nos aman con nuestros defectos y virtudes. Manifiestan su pureza.
En algunas comunidades aborígenes de nuestro país, era costumbre tener un consejo de ancianos y otro de niños. Tenían un lugar de honra en la organización social. Ojalá en algún momento podamos volver a eso.
La propuesta de hoy es agradecer la presencia de los niños en tu vida. Sean tus hijos, sobrinos, los hijos de amigos, vecinos... agradecer toda la frescura, el amor, la creatividad, y todo lo que aportan a tu vida.
Agradecer también al niño/a interno/a que nos recuerda nuestros sueños más profundos, lo que nos hace vibrar y conectar con la alegría de vivir.
Una forma concreta de expresar esa gratitud puede ser dar tiempo en tu agenda para el juego, la conexión, la diversión, sea para tu niño/a interno/a, como para jugar con los niños que forman parte de tu vida.
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