2 may 2018

A ver si ahora me sale...



De niña no tenía mucha noción del pasado ni del futuro, toda la experiencia se centraba en el ahora. A mis seis años quería ser maestra: ponía a todos mis muñecos sentados uno al lado del otro y les daba clases. No me comparaba con ninguna maestra, ni sabía que había que tomar cursos para serlo.

Cuando era mas pequeña aun, me encantaba ir a la plaza y treparme al pasamanos. Comencé con el que era semicircular. Con dos añitos, sorprendía a mis padres logrando sostener el peso de mi propio cuerpo. Cuando fui creciendo el gran desafío era ir al pasamanos recto, que era más alto, y llegar al otro lado solita. Mis abuelos tenían miedo de que me cayera, entonces me agarraban y no me soltaban. Eso me fastidiaba mucho. No podía sentir mi propio peso y no me permitía comprobar si podía sola. Mis padres, en cambio, esperaban a que me cansara y les pidiera ayuda. Así, yo iba viendo hasta dónde llegaba esa vez.

Cada vez que iba a intentarlo tenía este pensamiento: "a ver si ahora me sale..." 



Me lo debo haber dicho miles de veces con cada cosa que quería lograr. Se producía una especie de reseteo en mi mente, donde en el momento presente el resultado podía sorprenderme. 

Al intentarlo cada vez como si fuera la primera, no había cansancio. Debo haber tardado cuatro o cinco años de visitas casi diarias a la plaza hasta lograr ir de un extremo al otro sin ayuda. Cada vez que lograba dar un paso más, mi confianza aumentaba enormemente.

Creo que si tenemos coraje y apertura, podemos dejar que nuestro niño interior, con su pureza y sabiduría, nos sane. Así, podremos liberarnos de las dudas, los juicios y las comparaciones que fuimos creyendo que nos habilitaban o inhabilitaban para seguir intentándolo. 

El A ver si ahora me sale... es una gran llave maestra.