12 oct 2018

De la perfección a la coherencia





...tan absurdo y fugaz es nuestro paso por el mundo, que solo me deja tranquila el saber que he sido autentica, que he logrado ser lo más parecido a mi misma que he podido.
Frida Khalo



A partir de observarme mucho a mi misma y acompañando los procesos de los que vienen al consultorio, veo que uno de los factores que nos genera más cansancio, estancamiento, desconexión de nuestro interior es la exigencia de querer ser perfectos.

Cada uno se crea su propia imagen de lo que sería ser perfecto, combinando los mandatos transmitidos por nuestros padres y ancestros, por la sociedad y nuestros propios ideales creados como reacción a lo vivido.

Esa imagen está introyectada y, por lo general, no la ven tanto los otros. Somos nosotros mismos los que la vemos y con la que constantemente nos estamos comparando. Al hacerlo, ponemos todos nuestros esfuerzos en acercamos a ese ideal. Habrá emociones y estados de ánimo que serán esperables y orgánicos para esa imagen y otros que serán rechazados.

Nos juzgamos, criticamos, hasta podemos llegar a menospreciarnos si consideramos que fallamos en alguno de los aspectos que deberíamos cumplir. No poder alcanzar nunca esa perfección nos genera mucho sufrimiento. Nos hace sentir que estamos en falta, hagamos lo que hagamos.

Para disminuir ese sufrimiento tratamos de forzar la realidad para que se asemeje a esa idea de perfección: imponemos, controlamos, negamos o nos retiramos, abandonando todo esfuerzo creyendo que nunca será suficiente. En el fondo de todo eso hay miedo. Miedo a quedar excluidos, a no ser amados, aceptados y respetados tal cual somos, a no poder sobrevivir en el entorno social que nos tocó.

Eso de querer ser perfectos tal vez sea un mecanismo de supervivencia, una forma desesperada de asegurarse la aceptación y la pertenencia.

Al entrar en ese proceso, nos perdemos la posibilidad de conectar con lo que verdaderamente nos pasa. 

No hay emociones ni síntomas equivocados. La vida nos invita a transitar todo lo inherente al ser humano: la alegría, la tristeza, el enojo, la incertidumbre, la satisfacción, la plenitud, el desasosiego... y cada estado tiene un sentido en sí mismo que es propio, único y personal.

Cuantas veces algo que en el momento parecía un error, a largo plazo permitió desarrollar más sabiduría, conocimiento, recursos internos? Entonces... fue un error?

Creo que si pudiéramos empezar a reemplazar esa imagen de perfección por una donde lo que prime sea la coherencia interna, estaremos mucho más cerca de vivir en plenitud.

Eso quiere decir aprender a escuchar las necesidades internas, legitimarlas. Dejarnos habitar por las emociones, que nos traen noticias de nuestra alma. Habilitarnos la posibilidad de compartir, amar, disfrutar tal como somos.

Nos propongo cambiar el concepto de perfección por otro mas amable: la coherencia. Requiere de mucho coraje y confianza, en que cuando nos manejamos desde la verdad de lo que nos pasa, eso es perfecto.

Dudemos de todo mensaje que nos diga "sos inadecuado/a", "no sos suficiente", "no servís", "no vales lo suficiente", "nunca te van a querer", venga de afuera o de nuestra propia mente. Son mentiras esenciales que nos llevan a dejar de ver nuestra perfección, para buscar una ficticia.

En el momento que elegimos una forma de hablar y de actuar en la que uno nunca juega en contra suyo, todas las ideas falsas de perfección se desvanecen y organizamos nuestra energía de una forma más amorosa con nosotros mismos.

Abandonar la exigencia de la supuesta perfección y abrazar la coherencia interna, nos permite abrazar la experiencia humana tal como se nos presenta y mantener los poros abiertos a la vida y al amor.

Nada nos asegura que no vamos a sufrir, que no va a doler. Pero si estamos presentes con nosotros mismos, escuchándonos, atendiéndonos, respetándonos, habremos logrado la más profunda e importante de todas las aceptaciones: la propia.

Gabriela Santermer

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