Cuando todo se derrumba te das cuenta que nada
es seguro, que todo puede fallar en cualquier momento. Que las fórmulas de éxito eran una gran ilusión y
que lo único que te queda es encontrarte con eso que sos y que persiste, mas allá
de lo que estés viviendo. Que el mayor regalo que te podes hacer es ser
coherente entre tu sentir y tu accionar.
Cuando lo que te daba seguridad, deja de
estar, tenés la maravillosa oportunidad de ver cuáles eran tus muletas. Sobre qué relación, trabajo, creencias estabas estructurando tu identidad. Las
muletas se rompen y seguís con vida… es doloroso y, al mismo tiempo,
maravilloso poder ver que hay más.
Cuando todo se derrumba podes ver la jaula en
la que te encerraste, los límites que te creaste, los miedos que tapaste.
Y en esos momentos, lo que te sostiene es la
ternura, el amor, el abrazo sincero. Volver a lo simple, a la certeza de que
nada es permanente, nada es seguro y que no nos queda otra que aprender a relacionarnos
con el misterio y la incertidumbre. Desde esa aceptación nace la verdadera
libertad.