Mira profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor.
Albert Einstein
En la vida de ciudad, la vorágine, el pavimento, la tecnología, el uso excesivo de las redes sociales, nos hacen perder la consciencia de la conexión con los elementos de la naturaleza.
Encendemos una hornalla y cocinamos, pero perdemos la dimensión del fuego.
Abrimos la canilla y tenemos agua a voluntad, pero no conectamos con ella. La
tierra está tapada por una gruesa capa de cemento. El aire contaminado por el esmog.
Cuando hace mucho calor, llueve, hay viento fuerte, es muy común escucharnos rezongar. El vínculo
con los elementos pasa de ser algo automático y utilitario a la queja. Muy
pocas veces reconocemos todo lo que nos traen.
Cuando estos elementos se manifiestan, tiene que ver con un perfecto orden de la naturaleza. Cada vez que
nos quejamos por la lluvia, estamos desconfiando de la Madre Tierra. Ella sabe autoequilibrarse y se comunica con nosotros a través de sus manifestaciones.
Un ejemplo de esa inteligencia de la Tierra es lo que sucedió con la erupción volcánica del Copahue, en diciembre de 2012. Una bióloga me contó que el año anterior a la erupción, había florecido la caña viva. Esta caña florece una vez cada sesenta años y todas las de una región lo hacen al mismo tiempo. Esas flores desprenden una semilla que es una especie de golosina para los ratones. Todos temían que viniera una plaga y que ellos transmitieran el anta virus. Los científicos empezaron a crear estrategias para evitarlo. Sin embargo, la naturaleza fue más sabia. Tras la erupción volcánica todas las semillas quedaron cubiertas de cenizas y así se evitó la endemia.
Un ejemplo de esa inteligencia de la Tierra es lo que sucedió con la erupción volcánica del Copahue, en diciembre de 2012. Una bióloga me contó que el año anterior a la erupción, había florecido la caña viva. Esta caña florece una vez cada sesenta años y todas las de una región lo hacen al mismo tiempo. Esas flores desprenden una semilla que es una especie de golosina para los ratones. Todos temían que viniera una plaga y que ellos transmitieran el anta virus. Los científicos empezaron a crear estrategias para evitarlo. Sin embargo, la naturaleza fue más sabia. Tras la erupción volcánica todas las semillas quedaron cubiertas de cenizas y así se evitó la endemia.
Las culturas aborígenes reconocen la vida en cada uno de los
elementos y se comunican con ellos.
Cuando podemos salir del uso utilitario y tratarlos con el debido respeto y gratitud, nuestra
consciencia se despierta a una nueva dimensión de conexión con la Tierra.
La propuesta de hoy es
agradecer al agua cuando la bebes, te bañás o
cuando llega en forma de lluvia; al aire cuando lo respiras, cuando te regala
una brisa fresca o un viento fuerte que limpia; al fuego cada vez que lo enciendas; a la tierra, cada vez que te alimentás, caminas, conectas
con las plantas.
Si estás llevando un diario de la gratitud,
anda anotando lo que te va sucediendo al conectar con cada una de las
propuestas.
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