14 ene 2018

Laboratorio de la Gratitud - Dia 14

Maestro Oogway de la película Kung Fu Panda

Un buen maestro tiene siempre esta preocupación: enseñar a prescindir de él.
André Gidé

En algún momento de la vida nos enfrentamos al gran misterio. El detonador puede ser una enfermedad, un accidente, una gran sensación de falta de sentido o también experiencias de plenitud, intuiciones, sincronías asombrosas, percepciones de otros planos de consciencia, sanaciones profundas.

Cuando aparecen las preguntas sobre quién soy en realidad y cuál es el sentido de la vida, comenzamos a buscar fuentes de sabiduría que puedan orientarnos. Cada uno va haciéndolo a su manera: algunos a través de la meditación, otros con las ceremonias con plantas medicinales, a través  del contacto con personas que ya han hecho un largo recorrido de desarrollo de la espiritualidad, a través de alguna religión o disciplina de autoconocimiento.

Todas esas personas que están al servicio, cuando lo hacen de forma seria y honesta, han atravesado un largo camino de liberación. Son personas que han decidido conocerse en profundidad, sacarse todas las máscaras, hasta llegar a un estado que ya nada límite la expresión de su ser y la manifestación de su  propósito.

Están al servicio porque también comprenden que son uno con todos. Hay una parte del trabajo interno que tiene que ver con lo propio y otra que tiene que ver con lo colectivo. Así, estas personas han despertado a la conciencia de la responsabilidad sobre la realidad que creamos como individuos y como especie.

Gracias a su servicio, nos facilitan el camino. Su sola presencia ya nos transforma. Leer sus libros, escuchar sus charlas o cursos nos inspira y nos ayuda a reconocer nuestra pureza, nuestros dones y potencialidades, el sentido de los desafíos que se nos presentan en la vida. Nos ofrecen una mirada con zoom sobre lo que estamos viviendo. Nos enseñan a dejar de lado los hábitos nocivos. Nos muestran formas para mantener abierto el corazón y conducirnos desde el amor, el respeto, la libertad, la responsabilidad, la compasión, la abundancia, la alegría y la unión.

Cuando comencé a practicar Yoga, me enteré de una práctica de gratitud a los maestros que me encanto. Se llama pújá, que en sánscrito significa ofrenda. Se trata de una costumbre india de llevar regalos: flores, frutas, granos, chocolates y hasta dinero al profesor de cualquier materia. Es un regalo del corazón. En la India, todos los profesores son honrados, porque es la forma de honrar el conocimiento. Muchas veces ese pújá se extiende más allá del profesor que  da la clase e incluye al linaje de maestros de ese profesor, la línea sucesoria de conocimiento.

Cuando éramos niños, actuar en reciprocidad con el amor recibido era algo natural y espontáneo. Recuerdo que me salía del corazón hacer un dibujo para mi maestra, llevarle algún regalito que había hecho con mis propias manos.

La propuesta de hoy es reconocer a todos los que son, en este momento presente, tus fuentes de inspiración y nutrición espiritual. Una vez que los tengas presentes, dejar brotar del corazón alguna forma de manifestarles tu gratitud en acción. Puede ser escribiéndoles una carta y enviándoselas, hay quienes eligen donarles dinero, compartir con otras personas sus textos sea regalando sus libros o compartiendo en las redes sociales el material online…hacerles un regalo de algo que pueda servirles,  lo que brote genuinamente de tu corazón.


Este post está inspirado en todos los pújás hermosos y sentidos que salieron de mi corazón y en el curso de Lectura de Aura que tome con Laural Frigerio en 2014. 

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